Agosto de 2011. Paseando por la calle principal de Pokhara, una ciudad al pie de los Himalayas, buscando una taza de café, con cafeína de verdad, desesperadamente se cruzó conmigo una chica de unos 30 años, otra turista, que al pasar junto a mí, me miró, me sonrió y continuó caminando. Me pareció un bonito gesto en esta época de prisa, agobio y estrés, que alguien por la calle, simplemente te mire, te sonría y siga su camino. Miré hacia atrás, al cabo de unos metros, pero ella simplemente seguía caminando por la calle. La simple sonrisa de la chica me dejó un buen sabor de boca. Y es que, al final, las mejores cosas de la vida son las más sencillas. Estabais de vacaciones, me diréis… pero comparado con cómo se conducen muchos veraneantes hoy día, esto no le resta valor.
Así que, ya sabéis, quizás una buena forma de mejorar nuestro ánimo y el de los que nos rodean, es sencillamente, mirarlos a los ojos y regalarles una sonrisa. Probadlo, es gratis. Y si piensan que sois gilipollas, pues no pasa nada. ¿Qué más da?